No pensaba contar lo que pasó ayer. No porque sea un gran secreto, ni un gran asunto. En el fondo no pensaba contarlo porque me parece una chorrada... allá va:
Ayer hicimos la fiesta esta de la que hablé, vinieron mis amigos de Madrid, cenamos y tomamos unas -cuantas- copas, a eso de la una de la madrugada, nos pusimos los abrigos, cogimos linternas y velas y salimos a la calle. Había un montón de gente en la calle, salían de fiesta, algunos disfrazados, algunos más o menos bebidos. El caso es que 100 metros a la izquierda de mi casa saqué del bolsillo de mi tres cuartos negro de Jeycoleman (recién comprado) el juego de llaves antiguas que abrían la puerta de "la casa del pintor", el segundo llavín hizo girar la vieja cerradura de nuestro nuevo viejo edificio. Tuvimos que empujar la puerta entre dos de nosotros con todas nuestras fuerzas para vencer su resistencia y dejar el suficiente hueco como para que pudiésemos entrar uno a uno. Ya nos había pasado en las anteriores visitas, la puerta no abre porque se ha debido hinchar con la humedad y toca con el suelo.
Nos costó un huevo, pero entramos entre risas y chistes. Una vez dentro, los ocho hicimos comentarios más silenciosos al respecto del tenebroso aspecto del portal. Las chicas empezaron a agarrarnos de los abrigos haciéndose a veces muy complicado avanzar un par de metros seguidos.
Nos reímos mogollón, descubrimos que entre nosotros había valientes, cobardes y Carlos. Por alguna misteriosa razón, a Carlos no le importa un pito que la habitación esté vacía y oscura, que haya polvo y telarañas por todas partes, espejos rotos ni gatos negros, andaba por el interior del tenebroso edificio como el que pasea por un parque.
Subimos las escaleras, que crujían como las malas películas de miedo, visitamos habitaciones con espejos que colgaban inclinados de las paredes, paredes cubiertas con despegados papeles floridos de alguna época en la que nosotros no habíamos ni nacido. El dormitorio principal daba más cague que el resto, allí mandaba una enorme cama con un enorme colchón de lana en forma de montaña, el colchón tenía rallas color crema y rojo. EL cabecero y el pie estaban hechos de hierro forjado. Estaba bastante oscuro, pero creo que acierto si digo que ambos (pie y cabecero) eran más altos que cualquiera de nosotros.
Un cuadro muy antiguo de una religiosa, torcido en la pared frente a aquella cama completaban el tétrico escenario, el cual, por cierto carecía de ventana. ¿Cómo se puede organizar una casa y relegar el dormitorio a uno de los pocos rincones del edificio que carece de ventanas? Pues bien, Carlos no encontraba diversión suficiente entre aquella gastada decoración marcada por el paso de tanto tiempo.
Se empeñó en hacernos bajar otra vez hasta la planta baja para meternos en el sótano, pero sólo logró la colaboración de dos, los demás nos negamos. Aquello si daba miedo, para bajar había que levantar una pesada trampilla de madera en el suelo de una de las viviendas de la planta baja. La trampilla estaba disimulada detrás de una amarillenta cortina al final de un largo pasillo, al pie de un armario empotrado con las puertas y cajones abiertos.
Sólo se veía una escalera de madera que bajaba hasta un suelo de tierra, me pareció curioso que el obispo que construyó aquello no se hubiese esforzado un poco en cubrir aquel suelo del sótano con baldosas, madera o piedra... simplemente la tierra, lo que se llama en construcción el firme.
Los tres desaparecieron por el largo pasillo del sótano y con ellos la luz de sus linternas. Nosotros, los 5 que quedábamos en la planta baja, a salvo del sótano de tierra, decidimos salir de allí, atravesamos el portal y salimos a la calle a respirar aire fresco. Recuerdo muy bien esto, porque la puerta del portal ahora estaba totalmente abierta.
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Posted by: Music Video Hot Hits | 10/15/2011 at 10:05 AM