Hace unos años, una amiga de mi madre se separó de su marido, se fue de casa, se declaró gay, ganó unos 500 millones de pesetas en la lotería, se enamoró de una inteligente mujer de negocios catalana, emigró a Barcelona, se pulió la pasta por generosa y ludópata, su novia catalana rompió con ella y ayer mismo le llamó a mi madre (la catalana) para ofrecerle un edificio en el centro de Palma.
A Cristina la catalana, ya no le iban bien los negocios, por eso quería quitarse de encima algunas propiedades que le restaban dinero. A mi madre, por alguna extraña razón y sin haber visto el inmueble... le interesó mucho y me telefoneó nada más colgar con ella.
- ...así que nos ofrece el edificio a un precio que me parece bastante razonable. ¿qué te parece? Me dijo.
- ¿Palma? ...no lo se. Ya sólo con Sigüenza me rompo los sesos para que todo salga medianamente bien. Si nos animamos con una obra tan lejos, tendríamos que reorganizar esta empresa y contratar más gente ... y claro, teniendo en cuenta que la hemos montado con tan sólo 9.000€, todo lo que usemos va en perjuicio de los fondos necesarios para pagar facturas. Yo no lo haría.
- No le veo tanto problema, lo hacemos con Casas Singulares (otra empresa nuestra) y pedimos dinero en Ibercaja ¿... y para qué está Eric de todas formas?
- Pues para hacerse cargo de un proyecto, no de dos. Respondo un poco aburrido de la conversación.
- Pues te digo una cosa, o lo haces tú o lo hago yo, pero Palma se va a hacer, es una gran oportunidad y no la vamos a dejar escapar. Se ha mosqueado mi madre por tanta oposición.
- En fin ¿y qué necesitas? ¿me voy para allá y veo el edificio? Le contesto como empleado, que al fin y al cabo esa es mi función.
Aquel mismo viernes cogí un vuelo de spanair y me planté en la bonita ciudad de Palma de Mallorca. Tardé una hora en llegar a la puerta de un feo edificio en una calle peatonal llena de locales de medio pelo. La persona que me iba a abrir la puerta no había llegado todavía y me fui a dar un paseo por el barrio hasta que llegase la hora de nuestra reunión. En ese paseo, me hinché a ver edificios preciosos, pequeñas y grandes joyas arquitectónicas metidas en las profundidades de un barrio con mil opciones urbanísticas y con mucho encanto.
Al fin llegó la hora, regresé al feo edificio y allí me esperaba la típica vendedora de pisos con un terrorífico manojo de llaves, debía tener unas 70 llaves colgadas de su mano. Me saludó con un marcado acento mallorquín y dirigió el 80% de su atención al juego de llaves. El otro 20, lo dedicó a halagar el edificio.
- Es una gran oportunidad. Susurraba escrutando las llaves.
- ¡Esta es! Metió la llave en la cerradura y abrió la puerta con algo de esfuerzo.
- Adelante y no te asustes.
Empujo con el pie unas cajas de mirinda y seven up cubiertas de un dedo de polvo y me doy cuenta de que al lado hay una rata muerta, un cadáver de hace tiempo.
No me gusta nada el edificio, no voy a perder el tiempo en explicarles los pormenores arquitectónicos, simplemente ese no es nuestro estilo. Nuestro estilo es la rehabilitación de edificios con un marcado encanto, de una cierta edad (sXVIII) y no edificios de barrio sin más.
Mientras la vendedora de casas me explica los detalles de la operación, yo no me puedo quitar de la cabeza un edificio que descubrí en mi paseo, uno que formaba una manzana entera, rodeado de cuatro plazas, una por fachada, con unos huecos en fachada que delataban techos de 4 metros de altura en su interior.
- Estaba abandonado, quizás se venda. Susurré.
- ¿Perdón? me preguntó la vendedora.
- Nada, nada.
Tras unos minutos de visita, nos despedimos amablemente, salgo de aquella pesada calle peatonal y me cuelo por unas callejuelas para investigar el otro edificio. Al buscar el portal, descubro que tiene dos accesos, pero uno de ellos parece la entrada de servicio, por lo tanto, la dirección postal... debe ser ésta: Plaza de la Farina 1. Tomo nota de ello en mi Palm Tungsten: "ptaxa de ta tanina" y camino mientras corrijo este desastre... ¡maldita caligrafía de la Palm!
Miro a un lado y a otro y descubro un bar destartalado cuya inauguración debió celebrarse en los 60. Entro y veo a dos clientes (posibles supervivientes de aquella inauguración) Uno dedicado a la ingesta de algún licor barato y la lectura del ABC y el otro haciendo uso de una ruidosa tragaperras. Al otro lado de la barra, un camarero de unos 200 años de edad me atiende con absoluta sorpresa.
- Ud. dirá. Me levanta una ceja mientras seca un vaso de caña.
- Pues mire, estoy interesado en localizar al propietario del edificio de aquí en frente. Al darme la vuelta para señalar la puerta abierta de su establecimiento, me percato de que los dos clientes han abandonado sin ningún disimulo sus respectivas actividades para mirarme de arriba a abajo.
Inmediatamente comienza una conversación en catalán entre los clientes y el camarero que acaba con éste último metiendo la mano en una caja de plástico donde guarda un montón de tarjetas de visita diferentes y me ofrece una algo mojada donde leo "Michael Bierman- REAL ESTATE" y un número de teléfono.
- Él suele venir por aquí todos los días, pero hoy no se ha presentado. Me dice el de las tragaperras con cierto aire de victoria.
- ¿No les importaría si les dejo una tarjeta mía para que me llame?
- ¿No quiere tomar algo? Aprovecha el viejo de detrás de la barra para hacer caja.
- En otra ocasión, la verdad es que me queda poco para tomar un avión. Muchas gracias, hasta otra.
Al día siguiente, desayunando en el gallego de Lagasca acepto una llamada entrante de un número desconocido, es Michael Bierman.
HAZ ALGO, HAZ PIÑA
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