…no, no
fue la mía, fue la suya.
Quedamos
en el aeropuerto y aparecimos los dos con la bandera blanca entre los dientes,
la ocasión necesitaba algo menos de tensión y en eso coincidimos por vez
primera.
-
Como
sabéis, somos de
-
Pero
perdonad, mi nombre es Elena, soy directora de TOOLS y este señor es Nicolás
Domínguez, el dueño de la empresa, que no quería dejar de conocer un posible
cliente como MATUTANO. Aquello me sentó como un pellizco fuerte en un brazo al
tiempo que me arreaban un bofetón con carrerilla en la cara… eso más la
obligación de mantener la sonrisa.
La muy guarra me ha llamado “… este señor…” (no dejo de tener 30 años, 7 menos que ella) y “…dueño de la empresa”. Lo demás lo dejo para la opinión del lector, aunque habrá descubierto que aquel era el peor arranque comercial que un “dueño de empresa” pudiese soñar ante un “posible cliente”. Pensé mientras notaba como me ardía la sonrisa de imbécil en la cara.
La reunión la retomé en el mismo instante que recuperé el sentido y salvé todos y cada uno de los muebles. MATUTANO no podía esperar a la prueba que nos permitirían realizar en una de sus campas de Madrid “…lo antes posible”.
No se si
son conscientes, pero las furgonetas de MATUTANO son la superficie urbana más
utilizada por los grafiteros de toda España.
En el ascensor bajábamos Elena, yo y mis ganas de tirarla al primer charco que viésemos en la calle.
Le ofrecí ir a una cafetería a tomar un café y hablar de la reunión, pero antes de llegar le paré poniéndole ligeramente un dedo en su hombro, y cuando estuve seguro de que sus negros ojos me miraban sin distracción le comenté en un tono demoledor.
-
Mira
Elena, esta es la última vez que me presentas como “este señor es el dueño de
la empresa”. Para que te quede claro, soy el Director de TOOLS, tu jefe y tan
sólo, socio de la misma, no dueño de su totalidad… Hice una pausa inesperada.
- Bien pensado, no creo que seas la persona adecuada para TOOLS, no nos caemos
bien y no creo que seamos capaces de llegar a ningún puerto, ni bueno, ni malo.
Sustituí esto por mi discurso original, para no tener que liarnos a descalificaciones personales.
-
Pues
sinceramente. Me dijo con una sonrisa de odio, sorpresa y venganza.
-
Qué.
Dije levantando una ceja.
-
No
creo que tengas tú toda la decisión sobre este tema y hablaré con tu hermano
Juan para aclarar las cosas, porque quizás no estés pensando en lo mejor para
-
¿qué?
¿Pero tú estás en tus cabales? El que toma las decisiones aquí soy yo y no
Juan, al cual por cierto no tienes que llamarle para asuntos de TOOLS porque la decisión está tomada. Te
doy un par de días para que arregles tus cosas y busques otro proyecto. ¡Fin!.
El viaje de vuelta se lo pueden imaginar. Esa misma noche, recibí una llamada de mi hermano, bastante mosqueado porque había tratado mal a Elena, que era amiga suya y una serie de suposiciones y afirmaciones a las que no podía dar crédito.
Le aclaré lo que había pasado, cómo era ella y por qué la despedía, pero parecía como si Juan no se creyese ni la mitad.
Al día siguiente, me encontré una Elena bastante venida a menos, con ojeras y bastante menos agresiva. Su tono era casi conciliador, así que decidí hablarle sin tanto cabreo y le pedí que se tomase unos días pero que para final de mes (faltaban 10 días naturales, con dos fines de semana por medio) finiquitábamos el contrato, mañana mismo tendría aquí los papeles para dejarlos ya firmados.
Ella asintió y me dio las gracias.
Al día siguiente recibí un burofax con la
baja por depresión de Elena, burofax que había sido enviado la mañana anterior,
desde la oficina de correos de al lado de Lagasca.
Lo puse en manos de la mutua, la mutua llamó un par de veces a Elena, Elena me llamó acusándome de que era ilegal poner espías a la gente, luego lo puse en manos de mi abogado (un hacha) que tras varias semanas de lucha, aceptó reunirse con él en su despacho que no se qué o cómo se lo dijo, pero firmó el fin de contrato, la indemnización y demás papeleos.
La
gracia, desde el día que la contraté hasta hoy, me ha costado más de 12.000€.
Por un mal mes de trabajo, 12.000€, en fin.
¡Viva el
departamento de RRHH de TOOLS!